-- Cleopatra...
-- Me había dado el barrunto.
-- Vámonos de cabalgada.
-- Ya habrás notado cómo te trataba ayer el especialista, con lo del ecocardiograma: como si fueras de cristal.
-- Debió verme frágil. Me viene ocurriendo de vez en cuando.
-- ¿Lo estás?
-- No sé qué te diga; menos que el Plegablito, desde luego.
-- Y con toda esta primavera precoz...
-- Previsoramente, he tomado un antihistamínico.
-- ¿Pasaremos por la bodega?
-- Mejor que no; no es buen día para tentaciones.
-- ¡Si es que eres un santo!
-- Casualmente. Pero deja la cháchara. ¿Tienes preferencia, en esta ocasión, por algún gallardete especial? ¿Quizás la enseña vaticana, para la liturgia de un día como el de hoy?
-- Muy a propósito; aunque también puedo salir desnuda...
-- ...y siempre tan azul, lo sé. Anda, loca, calla y arranca.
Por si no vuelve, el caballero (que más se preferiría caballista andaluz y nunca postizo y usurpador "jockey" gibraltareño) ha echado las cortinas de la ventana de la sala. Quizá no se anime a alargar el paseo hasta los predios del faro de Trafalgar. Que lo decida el azar, sobre la marcha.
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