Muerto el Generalísimo, seguramente había motivos razonables para desmontar los restos de su gobierno.
Y a renglón seguido, los políticos que, unos más y otros menos, se mantuvieron agazapados "valientemente" hasta aquel desenlace, codiciosos del poder y del dinero que con él se maneja, se pusieron a desgobernarnos con las interesadas tensiones que caracterizan sus maniobras.
Los partidos, empeñados en aniquilarse entre sí con el máximo esmero, buscaron prevalecer a base de concesiones perversas a las mafias mercantes y chantajistas del larvado, o descarado, separatismo (al que siempre respaldan los hipócritas y los bastardos pescadores en río revuelto), y mañana tendrá lugar una movida lamentable, grotesca y peligrosa en esa senda de repugnantes chanchullos y descalabros.
¿No había otra opción? Este pueblo ignorantón y manipulable, que no escarmienta y sigue eligiendo gestores que tanto lo llevan al huerto, ¿no es capaz de conseguir resultados menos mierdosos?