Para poner en práctica la comprobada y funesta eficacia de esa máxima, no son necesarias la inteligencia ni la decencia, ni la nobleza ni la buena intención. Por el contrario, son los intereses desatados de los carroñeros y de los ambiciosos sin escrúpulos los que con más energía procuran que ese viento malicioso sople a su favor.
Así que aprovechando el posible mal rollo latente en el personal (egoísmo, insolidaridad, desidias e indiferencias de la inercia) no había más que resembrar y abonar a fondo las envidias, los rencores, los complejos y toda esa infecta morralla, para lograr que, contra la unión que hace la fuerza, se instalara el virus de la desunión, el germen que, al debilitarnos, nos vuelve presa fácil de las diversas mafias políticas con su insaciable estela de abusos y expolio de los ciudadanos; con toda su deriva previsible hacia un rancio y anacrónico remedo de los peores enfrentamientos tribales.
El planteamiento de las Autonomías, vicioso de suyo, chorrea una podredumbre carísima que la maraña de los "beneficiados" y las "beneficiadas" va a prolongar hasta la ruina de la Nación.
Igual es ésa la gentuza que nos merecemos. ¿Qué?
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