Acorazado en su cigarro puro (que Fidel no era el único, ¿eh?), en sus tallados vasos y licoreras de dorado escocés, reloj con leontina y atuendos de elegancia retro y british, nos muestra el cine un "Churchill" impresionante de carácter, experiencia y poder que debe sin embargo plegarse a los compromisos y las necesidades de una coyuntura política extremadamente grave, que lo hará debatirse entre las convicciones y las conveniencias, entre la prudencia y el coraje, y que evidencia ya una época de cambios brutales que había de llevarse por delante demasiadas cosas a las que echar de menos con legítima nostalgia.
Por la estética y el tema, por la nobleza de algunas escenas e imágenes y por la emoción que suscitan, anda esta película muy cerca de ese "Dunkerque" que ya se comentó con justos elogios aquí. Y nos hace reflexionar pesarosamente sobre nuestro tiempo de decadencias y de dirigentes mediocres y paletos, incapaces de verse en el entero espejo de su torpe y presuntuosa ridiculez.
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