Como los programas de las televisiones, de todas, dan de ellas lo que dan, cabe señalar como algo excepcional "Prodigios", cuya gala final ofreció anoche la emisora pública que con tanta "imparcial independencia" quiere venir administrando la Mateos única.
El balance general del espectáculo fue notable: en la hermosa Valladolid, un auditorio espléndido, que mostró vistosamente iluminado la correcta realización; la buena sonorización de una orquesta que cumplió su cometido con muy alta maestría, así como el coro, cuando intervino.
La Prendes y Boris hicieron de presentadores: ella, secundaria y discreta y él, como de costumbre, aparatoso y mucho menos ocurrente que oportuno, algo bufonesco de resabios y siempre encantado de exagerar sin necesidad su pluma. El tribunal de especialistas, por otra parte, era competente.
El propósito ha sido premiar la excelencia de unos jóvenes participantes que a lo largo del certamen exhibieron talento, arte y aptitudes extraordinarias. Transcurridas las rondas eliminatorias anteriores, anoche el jurado tuvo que dejar en tres el número de aspirantes al triunfo. Y aquí vino el nudo gordiano, y no estaba Alejandro para cortarlo con su espada, como Quinto Curcio cuenta: por miopía y racaneo (¿que no hay dinero, en TV?), un solo premio en metálico y beca para uno de los tres finalistas que, ay, presentaban disciplinas diversas que ya exigían evaluar la preferencia y la preeminencia en una problemática comparación: canto, dominio de un instrumento musical y danza.
Y el fallo definitivo, a cargo de un público que acaso no dejó de reaccionar ("sensibilidad social" a la moda) a la más que evitable anécdota esgrimida por Nacho, jurado y bailarín.
Por encima de Jaime, genial, brillantísimo y admirable violinista de 14 años, y de Raúl, de 13, quien desde el principio, con el milagro de su voz portentosa, noble y pura, cantando literalmente COMO UN ÁNGEL, nos hizo vibrar y conmover hasta las lágrimas, el público decidió en favor de Saïd, bailarín también, finalista y, como tal, de mérito.
En el aire parecen quedar un chasco decepcionante, la probable frustración del que a todas luces era el ganador y la confirmación de que el personal, siempre más profano que formado, no tiene a menudo la mejor inteligencia ni la más fina sensibilidad para que su opinión sea la que prevalezca.
En las urnas de hoy, con el invento ese de la "democracia", ¿tendremos otro ejemplo?