Con esa española resonancia que tienes, de nombre y apellidos, nos gustaría no esperar menos de ti.
Así que, desde nuestra condición de meros ciudadanos que te observan (ya que no nos atribuimos otro timbre ni relieve, si a tenerlos llegáramos), varios detalles tuyos permítenos aplaudir, siempre con el escarmiento previo del andar con pies de plomo y no poner manos en el fuego por nadie, que ya llevamos en las costillas un pentagrama con demasiadas corcheas decepcionantes:
El tono y el ritmo de tu voz, de tus opiniones, suelen ser mesurados y firmes (sin quitar lo cortés a lo valiente ni omitir las verdades del barquero que tanto disimulan otros), que se agradece en estos tiempos de gentecillas atropelladas y ruidosas. Y también se diría que ejerces la semisonriente templanza de esperar el desarrollo (con frecuencia prolijo, largo, de vanidoso protagonismo) de las preguntas que te hacen más de cuatro "periodistas y analistas" al uso.
Y al responder, afloran tintes de equilibrio, sensatez e inteligencia en tu discurso, que no es retórico, y que subrayan gestos naturales y sobrios, y un aliño indumentario que también, por lo menos, lo parece.
Conque ojalá que nunca se te resquebraje la compostura ni la coherencia y que no te encontremos cuentos ni cantos de la muy indirecta sirena flaca y rubiales -- cordialmente sea dicho -- que, con suerte, no nos resultarás, Alvarez de Toledo.
Más que nada porque va sobrando ya mucha murga, porque sería preferible un mapa sin los altisonantes señalamientos contra esa "derechita cobarde" que dice alguno y, de camino, sin la inquisición de esa izquierda que siempre tan bravucona está.
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