Cuando
el compañerismo, absoluto o relativo, sano o no tanto, se desliza, desciende, a
“colegueo”, pueden producirse situaciones de confusa molestia y malos
entendidos a granel.
Va
de suyo que las personas jóvenes, a las cuales cabe atribuirles no mucha
madurez ni experiencia, interpretan de modo trivial según qué gestos; hasta que
luego, personas adultas, desde la buena fe, o desde la motivación oportunista y
politiquera, o desde maniobras interesadas -hay de todo- modifican esa
interpretación y, si a mano viene, la cargan de mala conciencia y otros modelos
de tergiversación y caspa.
Así
que es lamentable y en nada ayuda (con el problemón auténtico que nuestra sociedad
tiene de machismo más o menos cerril y de feminismo variado y variable) el ambiente
fiestero del autobús que, junto a la natural euforia del triunfo, enseña
imágenes (que ¿valen más que 1000 palabras?) del comentario colectivo y las
risas banales por lo que apenas era sólo una anécdota (cuya trascendencia,
lógico, va a estar sujeta a valoraciones subjetivas, cuando no peregrinas) y
que luego hemos visto elevarse a delito sexual a medida que subía el hervor.
Por
cosas más gordas anteriores, se debió frenar al menda. Por cosas más gordas, no
se ha debido soltar (ley del sí es yes) a los que ya andan por ahí, tan
campantes de nuevo.