Puede
ser que, como caso raro de la estadística, el “balompié”, más conocido
popularmente como “fútbol”, es actividad que apenas me conmueve. Lo que no es
óbice para que de forma solidaria me alegre, por español, del reciente éxito de
nuestra selección -que no sección- femenina.
Otra
cosa es el empacho al que llegan los informadores y charlatanes de turno cuando
estiran una noticia, fáciles de rutina y entusiasmos noveleros que al cabo
revelarán su condición frívola de memos transitorios o permanentes y gentecilla
pasajera con discutible relleno en el caletre.
Y
otra cosa también es el comportamiento mierdoso del tal Rubiales, sórdido o
turbio -como Uds. prefieran- personaje, macarra acumulador de sombras y
chanchullos mafiosetes que, como todos los de su jaez, no quiere dimitir,
confiando en que tampoco lo echarán.
Claro
es que, sin entrar a valorar la calidad y la gravedad de su desaguisado, los
hay, numerosísimos, y de muy mayor tamaño, que han recibido, no ya la completa
sanción correspondiente sino, con escándalo, indultitos y otras canallescas
mariconadas* de lo más impresentables.
A
esa miseria e indignidad servil quieren acostumbrarnos.
*Camilo José Cela me ampara en el uso de esta
palabra: su autoridad, quizá en todos los órdenes, es desde luego más alta que
la que se arrogan los vigentes y esencialmente ignorantes “finolis”
contemporáneos.
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