Largo
el discurso de tu comparecencia hoy.
Relleno
hasta el empacho de manoseados lugares comunes, de pautas estupendas si el
gigantesco descrédito de tus criminales antecedentes de mentiroso incansable no
las convirtieran, una a una, en humo estéril, en desoladora nada.
Nadie
te cree (porque todos te hemos visto prometer una cosa y hacer luego la
contraria, infinitas veces). No te creen ni tus matones interlocutores del separatismo
que escandalosamente y con agresiva insolencia te contradicen, y te inflan a
diario la otra mejilla, a punta de bofetones. Que no creas que no te los
mereces.
Nadie
te cree porque eres un menda que no tiene palabra.
Así
que sólo conservas el aplauso servil y sumiso de tus palmeros, por más teñido
de hipocresía y ficciones que vaya sonando.
La
más nutrida hemeroteca te impide esconderte. ¿Con qué ojos de vergüenza y
disimulo te miran tus propios parientes, tu familia, algún amigo decente que
hayas podido tener?