Era
una noche de estas
que
van aproximándose a San Juan
con
sus fiestas y hogueras.
Una
noche que era
la
de, por fin, tomar la decisión
-a
tope el corazón-
tras
los preliminares, aplazada.
(Luego
la recordamos
como
la noche en que nuestras miradas
daban
luz de confianza
a
la suma de nuestras almohadas.)
Así
que a los temblores
que
daban paso al gesto y los pudores
y
los detalles del sujetador,
el
dulce ensueño de tu tierno encanto
(que
yo anhelaba al borde de tus blusas
de
verano, planchadas, impecables)
fue
ya para mis musas
un
tema memorable
en
estos versos que, de tanto en tanto,
todavía
te escribo,
absorto
y pensativo
como
un indio sentado en la pradera
que
recuerda lo que esa noche era.
Como
los indios, contaré por lunas
el
tiempo que le falta a tu regreso;
que
ya están las vacunas
y
vuelven los abrazos y los besos.
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