que harto pusieron de manifiesto cuán
inútil suele ser la presunción de los empeños humanos, el terne redactor de
estos eclécticos “blogs”, con cierta frecuencia dado al adjetivo y a la
divagación crítica, recupera el absurdo y casi estéril propósito del paseo
matinal, sucumbiendo otra vez al probable espejismo de que eso es bueno para su
salud, frágil y comprometida de suyo.
Lo guía, admitámoslo, la frívola vanidad
de intentar bajar de talla, lo que salvaría de su mísero descrédito algunas de las
numerosas prendas de vestir archivadas (cinturones y pantalones,
principalmente).
Y lo anima la certidumbre de iniciar este
excéntrico periplo sólo desde los 100, en vez de los 106 de la ocasión
precedente.
Por aquí, en Ubrique o el Bosque, por
ejemplo, podrían decir (con la parsimonia que en algún sainete se llamó “sangre
gorda”):
“Tó eh ponerze”.
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