Que la vida, el tiempo implacable e imparable traen usos
y mudanzas dellos, cualquiera lo ve. Sucede así hasta con las palabras y las
frases que otrora usábamos, porque las entendíamos, todos y aun así van
derivando, declinando en tal desuso que terminan por carecer de sentido en los
oídos de los alevines más “light”.
Decir yo ahora que Lady Taladro es una mujer de “brocas tomar” es evocación y juego de
palabras que algunos, muchos, no podrán o sabrán asumir. Pero tampoco eso debe
ser importante, en esta convicción creciente de provisionalidad, contingencia e
insignificancia que, más que otras, probables, acaso nos acotan y definen.
Pues bien, es Lady Taladro persona singular que, al lado
del carácter imperioso y dispositivo, atesora vetas de ternura y sentimiento
que se dirían incompatibles. Asombrosamente, no.
Esa facultad, esas facultades sitúan a las personas que
rozan o frecuentan su órbita en extraordinarias ocasiones de desconcierto,
hilaridad, zozobra, insomnio, confusión, estimulante floración de olvidadas
energías, disponibilidad para raptos suicidas de romanticismo y un sinfín de
acontecimientos cuyas prolijidad y abundancia nos aconsejan siempre un
cuidadoso momento de reflexivo descanso.
Se necesitarían eones para describir con minuciosa y
detallada propiedad la fuerza poco agotable, el ancho caudal, el fenómeno casi
telúrico que la existencia y la actividad de Lady Taladro suponen, implican,
hacen surgir o producen para el mundo, esta cosa un poco esférica y giratoria
en la que se comenta que nos mantiene posados la fuerza de la gravedad.
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