Anoche,
por TV2, emitieron “Belle de jour”, con todas las alharacas que se suelen
conceder a las “vacas sagradas” y a
sus “obras cumbre”.
Tan
de su “etapa francesa” es la “peli”
que, en los créditos, nuestros gloriosos vecinos del otro lado de los Pirineos
no consideraron necesaria la tilde o virgulilla sobre la eñe del apellido
Buñuel.
Y
en fin, ahí estaba el Hipocampo en el sofá, resuelto a verla (a la “peli” me
refiero) de nuevo, 56 años después de cuando en Santa Fe de Bogotá, donde ya
entonces no había censura.
Casual
muestrario de lo que parecen obsesiones y morbos del director aragonés, el film no ha resistido el paso implacable
del Tiempo: y queda, a estas alturas de lo vivido y de lo ocurrido, casi
inocentón/ridículo, discontinuo, tocado de ese caprichoso surrealismo gratuito
que algo efímero fue y tan pasado de moda asoma, a base de personajes
artificiales y cuadros superpuestos, con no siempre lograda ambición de rompedores, digan lo que
digan los sesudos apologistas invitados por el programa.
Ni,
aunque apuntaba, la joven Deneuve había madurado todavía lo que luego ha sido
su permanente, deslumbrante, casi intocable hermosura que ahora cumple 80 añitos,
vaya.
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