como
corresponde al lustroso e ilustre plantel de sus participantes, “Los asesinos
de la luna”, sala llena, concentración considerable y necesaria, actitud
respetuosamente seria, claro que íbamos a ir a verla.
Y
vale que es el peliculón que cabía esperar, esmaltado con la maestría que esos
veteranos -De Niro, Di Caprio, Scorsese, luces indiscutibles de un cine
americano curiosamente, coincidentemente plagado de gentes con raíces más o menos
italianas- que lo manejan a su sabio antojo de experimentados artistas de lo
suyo y profesionales a más no poder.
Impresionante
de viejas estampas (auténticas o no que sean) documentando una época y unos
aconteceres que, de nuevo, retratan las tensiones y las pasiones que
caracterizan, y lastran, el comportamiento de esta especie conflictiva que “semos”.
Los
nombrados líneas atrás afirman sus relieves, o se calcan a sí mismos, con justo
fundamento. Y sería atrevimiento enmendarles la plana. Sólo que las posaderas
del espectador agradecerían el detalle -posible- de una posible y razonable
disminución de ese metraje XXL al que es tan aficionado Scorsese.
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