El
desajuste es que ya, en este tiempo echado a perder, con los ánimos acorazados
contra la sensibilidad, el cine inteligente, elegante, impecable de forma,
dialogado, al que la maestría y el talento de Woody nos convoca una y otra vez,
corre el albur de resultar natural, incluso tocado de ternura, que son por lo
que parece valores a la baja.
Hermosa
de localizaciones, clásica y guapa de fotografía, con música de jazz al fondo
(la afición, que no se pierda) y con un argumento y unos personajes
desarrollados con sabios resortes que condonan lo que tiene de convencional, la
última de Mr. Allen, “Golpe de suerte”, es un bombón que sólo apreciarán
escasos paladares sobrevivientes.
Es
lo que tiene el cine, ese refugio.
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