Quienes
(¿con imprudencia?) me leen, ya saben que soy, entre otras querencias, un
clásico y, a mis horas, un peculiar heterodoxo.
Que,
sobre todo, los alevines, con desdén y con dificultad también, me entenderían
si a intentarlo se pusieren, de lo cual poca o ninguna esperanzas albergo. (Que
sí, Fernando, a tu ejemplo, concordancia finísima de número; y nada frecuente.)
Pero
para mis contemporáneos, aquellos en cuya memoria el asunto encuentre eco, hoy
recupero (no es la primera vez en estas líneas recónditas) la constancia de que
el 8 de diciembre fue por tradición -la que fuese- el día de la Madre, antes
que los mercaderes y los otros orcos, a capricho trasladasen la fecha a una,
del mes de mayo. Si existen apologetas de ese cambio, ya tendrán, o no, sus
especiosos argumentos.
Así
que las abluciones, la colonia, el peinado del cabello a última hora, antes de
ir a dormir, enseñanzas, mimetismo, buenos ejemplos, crianza (que ponen en la
etiqueta de las botellas de vino)…
¿Estás
ahí? Mira que si al final resulta verdad que vamos a ir reencontrándonos…
Con
lo que acaso no estuvieras de acuerdo, siempre procuraste ser bondadosa; a eso,
no he conocido a nadie que te gane, doña Carmen.
Góngora, como siempre cuesta no perderse de la trama principal, pero, esta vez, consegui entenderte
ResponderEliminarEse anónimo es mío
ResponderEliminarQué cadaver vas!!
ResponderEliminar