Entre
las anécdotas antológicas que esmaltan mi torpeza insuperable para las más
elementales tareas, consta la que expone la dificultad preliminar con la que el
Hipocampo chocaba cuando, muchos años atrás, intentaba con éxito confuso y
discutible coser a una camisa el botón que pudiera estar en riesgo de precario
equilibrio y pérdida probable.
Cualquier
ser humano sabe que para que el hilo ensartado en la aguja no “pase de largo”
en la puntada, hay que formularle un nudo en un extremo, y éste hará de tope.
Pues
bien, como quiera que la delgadez del nudo que yo solía conseguir resultaba
llamativa, procuraba espesarla duplicándolo. Y fatalmente esa reproducción
quedaba desplazada a un lado del nudo original, echando a perder por completo
el propósito, con altas dosis de frustración desesperada y descorazonadores
horizontes.
Ahora
que en el porche Maritere resuelve diversas ecuaciones de costura con admirable
habilidad, rememoro aquellos distantes lances, tocado de un cabal sentimiento
de respeto que me hace descender de los andamios triviales de la imaginación.
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