Cortas se quedan las palabras mías
si intentan ponderar tu magisterio
y tu elegancia y ese temple serio
que volviste a mostrar el otro día.
En la plaza de toros de Jaén
pudieron contemplarte en tu liturgia
que en imágenes breves nos llegaba
desde la “tele” a nosotros también.
Lo esperado y sabido
por todos, para todos se ha cumplido:
el arte y el valor que, acrecentados,
de tu sabiduría van prendidos.
En esa hermosa danza de tus tardes,
por tu oficio de temperado clave
no otra cosa que admiración nos cabe
y el aplauso que en los tendidos arde.
¡Que los Hados te guarden, José Tomás!
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