y
las celebraciones, en la resaca, de lo que más quedamos hablando ahora es del
desorden y la delincuencia que, por esta vez, parece que no causaron los “hooligans”
sino las bandas residentes en esos barrios de París en los que la propia
policía admite que no actúa porque están dominados por vándalos y similares.
Por
aquí se estila mucho la matraca buenista de las plañideras, insistiendo en
disimular:
1)
Que el origen masivo de ese contingente de delincuentes está en la inmigración.
Vale que en la inadaptada, legal o ilegal que sea (que no se integra y que se
diría que pretende, con cierto desahogo, con cierto aire de invasión, abonar
todo el lote a un desquite por colonialismos precedentes). Y que parece, en
todo caso, mayoritaria.
2)
Que el problema va a peor.
3)
Que siendo así, será muy difícil atajarlo.
4)
Que aquí mismo, aunque algo menos, ya lleva tiempo sembrado; y creciendo.
Los
dengues no arreglan un cáncer. La falsa piedad de las mentiras no lo eliminan.
Y la factura, ¿la pagamos entre todos, no? Menuda guasa.