La
envidia y el rencor suelen ser heraldos de la ignorancia, de la impotencia, de
la inferioridad. Esto, por tu mayor edad y por tu relieve público, mejor que yo
lo sabes.
Así
que no nos extrañaremos de que la rabia furiosa que estalla en críticas y
denuestos contra tus movimientos no te conceda un instante de tregua.
Y,
qué curioso, que esa ferocidad, con sideral incongruencia, pierda el culo
frívolo, se amanse con servilismo o desentendimiento, cuando se embelesa con una
venerable y veterana colega tuya de monarquías. Debe ser que, como es “british”, eso encandila al personal.
Nada
nuevo. La penitencia que llevan en su pecado es el sufrimiento de no acertar
por completo a hacer blanco desde esta barraca ibérica (pena, penita, pena) de
revueltos tiradores con puntería deficiente.
Tal
como yo lo veo, Sire, por delante tienes una larga lista de personajes para que
los libres de pecado (que dudo que los haya) comiencen a tirar las primeras
piedras.
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