viernes, 29 de abril de 2022

En saco no tan roto como por zurcir

 

Consecuente con las recomendaciones que sensatamente escucha alrededor, ya hace tiempo que se siente concernido por la conveniencia de hacer, en pro de la vida sana, algo de ejercicio físico.

Esto no quiere decir en modo alguno que haya ingresado al fanatismo ni tampoco al espíritu redentor que por lo común se atribuye a los neoconversos. Porque el aperreo y el calor que suelen derivarse de eso, del ejercicio físico, fueron siempre santo de su ninguna devoción. Eso es así.

Conque el buen propósito lo anima (o al menos no lo desanima del todo) a revestir con calidad de objetivos ciertos pretextos menores, pequeños cometidos por resolver: comprar el pan en la tienda del relativo olvido, recoger las medicinas habituales de la farmacia, etc. yendo estoicamente a pie a dichas ínfimas gestiones.

Insiste en ello aunque su mirada de soslayo al paso y al reflejo de las lunas en los escaparates delata la innegable persistencia de una curva algo solemne en el abdomen con cuyo volumen anda echando pulsos y comprobaciones basculares de resultado adverso.

Nadie lo distrae de concluir que “son cosas de la edad” y que sí, que también colaboran las tentaciones de la cachuela ibérica y la manzanilla de Sanlúcar, etc.

La persecución del equilibrio entre ambas solicitaciones es, lo sabe bien, una entelequia de dificultades eclécticas. Y así lo declara y hace constar, en prueba de buena voluntad y porque de menos nos hizo Dios.                    

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