-Hipocampo.
-Decid.
-¿Acaso ha sufrido Vuesa Merced una
inesperada crisis de “marquitis”?
-Pardiez, no comprendo cómo puede
arribarse a conclusión tan peregrina que, además, no dejaría de arrojar una
indecorosa sombra de frivolidad sobre mi honra.
-Pues veros cabalgando a lomos de una dos
ruedas de abolengo y prestigio legendarios, en foto reciente de vuestra
publicación, ¿no habría de inducirnos a las naturales sorpresa e inquietud?
-No hay tal; sino que esa montura en la
que la imagen me muestra encaramado es, ni más ni menos, el elegante y sobrio
compromiso con el que la Almendrita, por otro nombre Dama de los Rizos,
superados los exámenes para el pertinente carnet, accede a determinado mundo de
romanticismos singulares y aventuras, en un horizonte que deseamos de sólo
felicísimo balance.
-Buena es ésa, que ya nos asaltaba la
zozobra.
-Y a más, a más, que no me la
consentirían (a la montura me refiero) la edad y, mucho menos, la condición
celosa del Clavileño Estelar.
-Precise Vuesa Merced, que los más
olvidadizos, puede que no conserven la memoria de ese, digamos, personaje, como
sin duda lo es, a pesar de esa realidad suya mecánica aunque, a su modo,
aristocrática. Pues ¿no era así como solíais llamar en ocasiones a vuestra “trike”?
-Cierto, entre otras expresiones, “surres”
de preferencia.
-Ahora, nuestro sobresalto cede. Cuidaos
la salud.
-En eso andamos casi todos. Id con Dios.
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