lunes, 17 de enero de 2022

La disyuntiva

 

En general, no soy mucho de presumir.

Y de paso, dentro de mi condición y afición inagotable de comensal carnívoro al 90%, tampoco me las doy de paladar tan melifluo que sostenga de manera ática, con finura y precisión de rayo láser, que infaliblemente puedo distinguir un buen entrecot de otro buen entrecot; y esto vale para solomillos, etc. A buen entendedor…

Me pregunto si existen (que de todo habrá, aunque no constan los  porcentajes) maxiespecialistas de la cuestión. Lo que sí descreo es de la vanagloria de ciertos “finos” que alardean de detectar todos los matices. Y, con el refrán “dime de qué presumes y te diré de lo que careces”, lo que sí seguro que abundan son los iluminados, los idiotas, las gentecillas.

 

Cuando a finales de los años 50 del XX, Don José Rey en San Francisco de Paula (Sevilla) nos hablaba a los alumnos de bachillerato de una población mundial aproximada de 2.500 millones de personas, aquello (todo) era otra cosa. Hoy vamos camino de 8.000 millones.

Y los exquisitos de la utopía, los refitoleros ecológicos, los que parecen andar más preocupados en la ampliación de status de los animales domésticos que en otras hambres y guerras y desentendimientos,  ¿van a hacer el milagro de los panes (los filetes) y los peces (las chuletas) como Jesús, según la Biblia?

¿O quieren volvernos delicadamente vegetarianos?

¿Será que les pueden ir dando?

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