Como
sea que sea, es cierto que la radicalidad que cada uno haya tenido se vuelve
con el tiempo, y según con qué, menos exigente.
Lo
digo porque en alguna página que yo mismo ya voy olvidando manifesté cierto
crítico desacuerdo, quizá un punto áspero y a mi ver, merecido. Pero ahora…
Y
no digo que no haya puntos negros en la dinastía; que sin duda sus antepasados
bendijeron con desahogo numerosos latrocinios y saqueos contra naves y puertos
ajenos, en cantidad tal que con dificultad los libros de historia harán el
recuento completo.
Pero
en fin, si la observamos hoy, tenaz en el cumplimiento de su papel, a pesar del
chaparrón de décadas que acumula, aparentando que genio y figura siguen
inamovibles, contra viento y marea de tremendos sucesos que ha sabido lidiar…
Tomen
ejemplo: entonada de colores, trajes, abrigos, sombreros, recepción tras
recepción, acto oficial tras acto oficial; entonada (así lo propagan leyendas
urbanas) también con ese vigor que la ginebra británica debe conceder a sus
aficionados… Impenetrable a sus horas, y a otras, administrando distancias con
la sobriedad y la medida afabilidad que la sabiduría y el entrenamiento
combinan, y ese oficio, y ese empaque…
Ahora
hasta me cae bien esa abuela. Esa Isabel de Inglaterra.
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