Para no llegar tarde

 

y “colaborar” de modo irónico con la vigente dieta, que he comenzado no mucho ha, Maritere trae hoy los primeros mantecados de la temporada.

Tentación irresistible, y más para este devoto y frágil pecador que os escribe, no hay otro remedio que soslayar con determinación los remordimientos de conciencia y sucumbir al histórico deleite.

En mi descargo puedo aducir que he regado ese tradicional manjar con sólo un café solo (adviértase el matiz en el acento ortográfico ese que la RAE elimina para facilitar la ignorancia de los iletrados) y no con el licor de sobremesa que fuese, que algunos lo fueron de mi predilección y casi todos encontraron, en este sacrificado paladar, amable y consentidora acogida.

Se inicia con este prematuro aviso una estación de penitencia cuyo principio lo tiene antes ya de la efeméride vertiginosa que en pocos días supondrá el septuagésimo cuarto cumpleaños. Que no será flaca hazaña haber llegado hasta ahí, irreductible, valiente, numantino contra el rigor bárbaro y escalofriante de ver, de vivir, de sufrir que, a estas alturas, esquilmados y chuleados por nuestros “próceres”, esos cabrones ordinarios, hay que limitarse a usar el horno y la lavadora sólo (con acento, nenes, aunque os bendiga el desafuero la RAE) los fines de semana.