Seguramente no soy el único que vive con la sensación de que nuestros mandamases (aunque se cuezan otras habas en otras partes) son más golfos y ladrones que sus “homólogos europeos”.
Si
esto es cierto, no cabe, sin un monstruoso cinismo, pretender que se nos va a
freír (más) a impuestos porque “tenemos que igualarnos con la media europea”.
Igualemos
primero el nivel de eficacia, de transparencia, de respeto por el ciudadano; de
administración decente; de productividad en la economía y el trabajo. Igualemos
las escandalosas cifras de nuestro paro. Todo eso hay que “homologarlo”.
Convencer
al contribuyente nunca puede ser atracarlo; y humillarlo además como si
careciera de razones.
A
nuestros gobernantes no les pagamos para la impotencia, la ignorancia y la desidia,
sino para que resuelvan los problemas. Y sólo se muestran diligentes el día que
se suben, unánimes, vaya por Dios, el sueldo.
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