A
base de insistir en la idea, la opinión pública “convenientemente” moldeada ha
determinado por consenso mayoritario que el militar debe estar excluido del
gobierno de nuestras naciones modernas.
Quizá
sea imposible encontrar una justificación inteligente de ese acuerdo, sin
admitir una llamativa discriminación, una arbitrariedad caprichosa y, como tal,
antidemocrática; mientras que por el contrario no hay escrúpulos con las demás
profesiones, abogados, médicos, economistas, deportistas… incluso guerrilleros
y actores y puede que saltimbanquis, como vemos en ocasiones. Y no siempre con
certificados auténticos y merecidos que avalen su capacitación.
Con
una cierta edad, podemos recordar a De Gaulle y a Eisenhower, en épocas menos “lights”, y a otros muchos a lo largo de
esa Historia que los “progres” más ocurrentes se empeñan en oscurecer para reinventarla.
Para falsificarla.
En
eso estamos. Cabe preguntarse por qué.
Preguntarse
si en Francia es decente y saludable someter al silencio y la inacción a
franceses (que lo son, antes de ser militares) que encuentran inaceptables y
peligrosos el desorden, la hipocresía, la negligencia y la corrupción que
parecen ser origen y causa de gran parte de los problemas que, de tanto engordar,
tendrán muy peor solución.
-¿Y aquí? ¿Las barbas del vecino…?
-Tú verás.
-¿No será que escuece la imagen de una
dictadura con galones?
-Error simplista. ¿Acaso no vemos y
padecemos disimulones dictadores de traje y corbata y aun más, meros
descamisados?
-El caso es que no recuerdo que, de
joven, estuvieras a favor de lo militar: bien que te incomodaba la Marina.
-No lo niego. Pero lo que sí me han dado
la experiencia de la vida, el tiempo y una razonable sensatez ha sido la opción
de sacudirme más de cuatro dengues mal digeridos. Afirmo hoy que en todos los
grupos sociales, las profesiones, etc. encontramos parecidas cantidades de
gente y de gentuza. Y con eso, ya vamos apañados.
Totalmente de acuerdo. Si tras muchas, muchas vueltas a la pista de atletismo al final vamos a pensar como cuando se dio el pistoletazo de salida ¿De qué vale lo vivido, lo leído, lo discutido, lo descubierto, lo compartido?. Pionono siempre pensó eso.
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