miércoles, 3 de marzo de 2021

Los asaltantes

 

La palabra expropiación no consigue sonar neutra: más bien anda próxima a expolio; o a robo tal cual.

Y no sirven ni cuelan las socaliñas del uso social ni del justiprecio que siempre lo fijan quienes, con la sartén por el mango, hacen del abuso un estilo de sistemáticas arbitrariedades.

La cosa ya la vimos practicar por el grotesco tiranuelo Chavez/s en la Venezuela de nuestros años; por el “jartible” Castro, en la Cuba de todo el tiempo, que eso, ay, parece; por los bárbaros bolcheviques contra todo lo que en Rusia les estorbaba para llevar a cabo su sangriento y fracasado plan; y por tantos otros y etcéteras.

Conque en las islas Baleares, tirando de la historia universal de la infamia, van a por 56 viviendas que (morro superlativo) servirán de ejemplo inicial para corregir (!) el problema de la escasez correspondiente, evidenciando lo muy disputado y repartido que está el certamen para los premios Goya de la hipocresía.

Porque ya que el derecho a tener techo está consagrado por la Constitución -con tantos otros que cotidianamente se ningunean y conculcan -, de lo que menos ganas tienen los regidores y satrapillas es de mandar construir (con la de paro que hay, tú) los montones de viviendas de verdad sociales que, utópicamente, llegarían a la cabal consecución de fin tan loable.

La cuestión es si vamos a mantener (que seguramente también figura en la Constitución) el respeto a la propiedad privada (de las personas, de los bancos, de los fondos de inversión: discriminar aquí no pasa de ser un mísero y demagogo clavo ardiendo). Que es un respeto del que están vertiginosamente ayunos los diversos asaltantes que se han ido infiltrando en este gobierno de trileros.     

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