Como
para redondear (guinda en la tarta) las “fogosas”
jornadas barcelonesas y así de estos días, asoma el revuelo futbolero de ése
que hay quienes llaman “más que un club”.
A
lo peor, lo es. Y luego vienen los ocurrentes comentaristas de la tontería.
Porque mira que ha pasado tiempo desde los escándalos con Nixon que originaron la fama de aquella contracción -aquel palabro- de
Watergate, nombre del notorio hotel en el que, años después, tuve ocasión de
alojarme. Pero se ve que tuvo éxito, seducción, y ahora los más intrépidos, una
vez más, lo han acoplado, quizá deslumbrados por su propio ingenio, y hacen
circular ese híbrido (última variedad) como Barçagate.
Ayer
lo comenté por teléfono con un veterano colega, argentino y pianista
simultáneamente, que también había reparado, como yo, en una posibilidad. Me
dijo:
-¿Vos te fijás, pibe? Si le quitás la
virgulilla, si lo modificás un poco, ya tenés como el rótulo para un local de
copas:
el BAR CAGÁTE.
-Vaya, de ese modo, sí que parece más que
un club, ¿no?
(Luego,
como de costumbre, reincidimos en el comentario de las tantas páginas de su
paisano Borges que cimentan nuestra común y rendida admiración por ese
extraordinario escritor.)
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