sábado, 23 de enero de 2021

"La abuelita"

 

Va para un año (un año entero, y lo que te rondaré, morena) que, cuando tu cara empezaba a hacerse famosa saliendo por televisión, aquí en casa te pusimos el sobrenombre de “la abuelita”.

¿Por tu vocecita cascada, por el alboroto del pelo como de acabarte de levantar de la cama y apenas con descuido negligente pasarte el peine, por los ojillos de mirar indeciso o lo siguiente?

El caso es que, a medida que lo tenebroso de la situación fue yendo a más, la broma se nos fue echando a perder enseguida, defraudados espectadores de esas explicaciones trufadas de mentiras, contradicciones, renuncios, temeraria ignorancia o redomada desfachatez, ingredientes posibles de tu receta personal.

Y ahora sigues ahí, colocado, “sostenido y no enmendado”, faltaría más, por tus colegas superiores, encargándote todavía (lo que es otra muestra más de lo que hay) de contarnos unos cuentos tan increíbles ya como tú mismo.

Después de las casuales camisitas para el calor del verano pasado, lo tuyo es ese formalismo modosito y encantador de los jerseys algo deportivos, corregidos con el detalle clerical de cuello y puñitos de camisa asomando escrupulosamente, en esa medida exacta y preceptiva que tanto defendía Manolito Varela, entre otros jugadores a dandismo alternativo de los 60/70.

Caperucitas rojas (sólo en el color) desencantadas, nos preguntamos qué sueldo suculento te pagarán por ser, por seguir siendo, uno de los fantoches del pim, pam, pum, figura.                                                 

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