La
moderación en el discurso y la calma, que tan bien suenan casi siempre, en
ocasiones también pueden resultar el ropaje disimulón de la hipocresía, la
evidente insuficiencia ante los problemas o, en el peor de los casos, el
desentendimiento medio cínico con el que las respuestas se tiñen de impresentable
seudofatalidad. Más o menos lo que la titular del ministerio de economía ofrece
a la zozobra casi desesperada de Ana Oramas.
Problema
no coyuntural, sino estable y de desgraciada duración: la inmigración ilegal (o
invasión, que a la postre no es palabra distante) acentúa con sus crecientes
avalanchas la extrema situación en Canarias. El asunto es, desde luego, más
antiguo que el efecto llamada y las estupideces de Caldera/ZP (con poca memoria
basta) y sus “papeles para todos”. Digresión, aunque no tanta: toros para
todos, en Canal Sur TV. Seguimos. Raíces remotas, las que se quieran,
explotación de África por Europa, que fue inmisericorde y que ahora se
exasperan su descripción y análisis con los criterios nuevos del revisionismo
ignorante y la obtusa corrección política que sobre todo predican (y no siempre
practican) los progres y los meapilas, etc. etc.
Claro
que la desigualdad, las injusticias; la riqueza y la pobreza con criminal
arbitrariedad repartidas por el planeta. Todo eso y lo que queramos. Así que,
en plena feria de que hay que eliminar o permeabilizar las fronteras, porque
son malísimas, desbordados los “centros de acogida” (dulce eufemismo), iremos
llenando los hoteles, las instalaciones militares y así, pero no habrá barco
para tanto pirata ni tampoco autobuses que trasladen (está el mar por medio) a
los recién llegados a Madrid, en donde por lo visto nadie va a señalar que las
pateras no tienen fácil lo de contactar directamente con Alemania y la Merkel,
Dios mío, qué madeja tan enorme para desliar.
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