En
esencia no es tanto si la torre
es
de marfil o de metacrilato.
Si
te rodea ese silencio ingrato
al
que la soledad de alguna página
unió
tu inverosímil califato,
don’t give up, no te rindas:
es
la bruma que pasa
(una
desidia haciendo tabla rasa,
una
tarta sin guinda,
la
perdida inocencia sin retorno,
los
arrepentimientos y el bochorno
de
las cosas mal hechas)
para
que los precarios equilibrios
se
vayan deshojando en el vacío
desierto
que corrigen las arenas;
casuales
manchas en la cartulina
de
la ya histórica “ruin rutina”
o
la sombra pugnaz de la mentira
en
la que la ficción siempre se inspira.
El
faro del guardián
y
el islote del náufrago,
¿es
del todo imposible que compartan
un
tembloroso hilo del Destino?
-Tú sigue con lo tuyo:
quede un resto de orgullo,
y ese mostacho fiero
de imaginario, antiguo mosquetero;
en la mirada, una fosforescencia
de color verdiazul; y en el retrato,
la independencia elástica del gato.
¡Ay, esa ruin rutina! Y cómo recuerda a Pionono ese "resto de orgullo" a aquel "doblón de respeto" que, por cierto, se comió Vuesa Merced sin miramiento alguno. Un abrazo
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