Procuró, al describir los síntomas, los fenómenos que experimentaba (y que más lo desconcertaban por su carácter inédito que por su intensidad y dimensión) que no sonaran demasiado imaginativas las comparaciones, las maneras con las que trasladar al "otorrino" la novedad.
Entre sí, calificaba la más constante como un sonido que recordaba al zumbido, discreto y casi clandestino, de algunos enchufes, de los reguladores de luz, instalados en diversos puntos de su casa; pero lo habría definido mejor hablando de ello como una "espumilla" que flotara en el aire, alrededor de sus oídos.
Lo otro era el ruido que se sobreponía a las frecuencias familiares del rodar de sus vehículos (que conocía al dedillo) y que, de pocos días acá, habría sido imposible no detectar de inmediato; el rumor impropio que entorpecía el extractor de humos, en la cocina; el efecto de sus talones, como retumbando en la cabeza cuando caminaba, el habla encajonada, afectada de una sordina que no correspondía a la realidad...
Intentó contarlo al médico con el estilo más sucinto y sobrio de que era capaz, declarando ante su pregunta, que lo sorprendió, que nada de ello había interferido su capacidad de lectura (estos días, disfrutando la prosa de Benedetti) ni su disposición corriente para dormir sus escasas horas de costumbre.
Esta noche iniciará el tratamiento. Esas píldoras ¿harán ceder, con suerte, esta nueva vuelta de tuerca que matiza el camino?
Buena suerte
ResponderEliminarSuerte.
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