Como no es imposible que Ud. se encuentre ya un poco saturado de Tom Hanks, Julia Roberts y/o Will Smith, puede intentar la alternativa de contraste que ofrece "El faro".
"Film" tenebroso, desde el formato ominoso y retro, poco usual en los vigentes tiempos de desparrame tecnológico, bien podría ser un ejemplo del no resuelto encanto de la desolación, que da sus primeras señales entre las brumas impenetrables del relevo inicial, funcionarios que se cruzan con ostensible y decidida incomunicación (un casi enemistoso desprecio) hacia y desde ese navío del fin del mundo que es como la última tabla desesperada e imposible de los náufragos.
La brutalidad del alcohol y del aislamiento, el pasado turbio de los personajes, la extrema dureza de condiciones que tuvo el oficio y la añadidura de supersticiones, tiranía en el trato jerárquico, y una violencia creciente, adobada de enfáticas imprecaciones y referencias literarias, con facilidad conducen a conclusiones previsibles que gravitan como una amenaza durante el relato, abundante de rudos simbolismos y escenas oníricas inquietantes y no siempre explicables, todo envuelto en la majestuosa furia de una meteorología con vendavales y galernas para echarles de comer aparte.
Después de esa gran lección de cine que deja oscuras semillas en las entretelas del espectador, a la salida de los cines del Palillero llovía con una reconfortante y sosegadora mansedumbre, con un "orballo" balsámico. Y ese olor de los puertos...
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