Aunque no es imposible que en este rincón hayamos aludido previamente a él, un día como hoy (en el que vuelve el viento de levante para recordarnos que sí, que es verano), debería retornar a la semblanza del ESTANDARTE.
Claro es que lo fantástico, y aun fantasioso, del diseño y lo tangible y pragmático de la realización, cometidos que se reparten sabiamente entre los dos socios del taller, habían perdido algo la perspectiva y tendían, entre la conmoción y el sobresalto, a interpretar el resultado desde una óptica, o una estética, que más lo emparentaba (al estandarte me refiero, Saramago) con la heráldica y otras artes afines.
Hasta que, años atrás, el pasajero y volátil Valentín/Vicente, contemplándolo con visión empresarial, con la contundencia que suele caracterizar a los ejecutivos, sean éstos jubilados o no, centró de otro modo la cuestión, atribuyéndole la entidad de emblema o logo con la que ahora se agita, flamea, ostenta orgullosamente su azul y blanca condición, dando lugar al asombro casi regocijado de los transeúntes y los ociosos veraneantes que, como almas difuminadas, derrochan el tiempo de sus vidas impunes, también algo imprecisas, en parsimonias y apenas esbozados contoneos.
En un día como hoy, bajo el efecto del calor de Sevilla, de donde traigo mi nuevo sombrero panamá, de copa y ala generosas, ¿creeréis que la vida discurre como si nada?
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