Después de defenestrar
a sus díscolos colegas,
"el Coletas" se la juega
y pretende trajinar
al resbaloso Pedrito
a quien, si no es el sillón,
lo demás le importa un pito.
Y es que a Pedrito le encanta
presumir en Europa
y no va a ser "de diseño"
el desaliñado ceño
y ese reparto de estopa
del profeta de Las Chicas,
bolchevique bananero,
heredero aventurero
de revoluciones rusas
fracasadas y difusas.
Por el centro, dan el alta,
saliente del hospital,
a la más reciente presa
del colorín demencial.
¿Sobrevivirá Rivera
al acoso reportero
de ese mundo caprichoso,
superfluo, absurdo y banal?
Casado intenta nadar
e intenta guardar la ropa:
ya veremos si consigue
encauzar bien a su tropa.
Y Santiago y cierra España,
¿culminarán su campaña
de audacias y de sorpresas,
mientras de la periferia
los muñecos y las ferias,
la insolencia y los chantajes
quieren cambiarnos el traje?
(El Hipocampo se asoma
a su balcón metafórico
y no se siente eufórico:
desde el citado balcón,
el color del horizonte
se colma de decepción.)
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