Sabedor de vuestra mala fe, de la impostada paranoia victimista y teatrera con la que se nutre la mentirosa e incansable propaganda separatista; conocedor de la bastardía con la que en algunas instancias infieles a la debida reciprocidad se ha prestado crédito a vuestros desvaríos, el Tribunal que ahora os juzga se propone daros un ejemplo de inteligencia; cumplir con las reglas escrupulosamente; lograr un equilibrio del rigor y la ponderación. En suma, concederos un trato y unos miramientos que vuestras conductas arteras no merecen pero que, Dios mediante, serán intachables.
Que esas luces no aclaren vuestras tinieblas; que vuestra miseria intelectual se resista a incorporar el fracaso necesario de los envenenamientos y las estruendosas tomaduras de pelo del cansino "procés", eso es ya otro cantar.
Y vaya, más vale que la imparcialidad (no el exceso de elegantes sutilezas, no la generosidad mal entendida, no los retruécanos de la retórica y las "conveniencias" de NADIE) sea el único resorte que ventile toda esta desgraciada cuestión.
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