La expresión de perfecta inocencia, en el rostro de la protagonista, y el apasionado vibrato de las cuerdas en la música de ambiente, junto con unas bellas imágenes, manifiestan ya los indicios que nos van alertando de este melodrama, fundamento o pretexto que sea para una revisión más en la denuncia del sufrimiento, la humillación y el gigantesco maltrato que el racismo supone.
"El blues de Beale Street" (o sea, el blues, que ya es un género musical, de la calle Beale, ¿no?) se toma con redomada calma su tiempo para hacernos considerar ese tema, con un cierto regusto maniqueo de blanco y negro que omite de modo algo ingenuo, o puede que capcioso, la existencia notoria del gris.
A la salida, el espectador, con frecuencia ecléctico y escéptico, oscila entre la aquiescencia y un escarmentado suspiro de prudentísima distancia.
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