Sobre el brazo de tu "chaise longue"
mi teléfono móvil coloco:
reproduzco tu tradición
mientras se recarga un poco.
En cambio omito la mesa
al almuerzo y al desayuno,
que parece fútil empresa
para comer sólo uno,
preparándome cualquier cosa
en la encimera de la cocina:
un trámite de ritual
como de bar o de cantina.
-- ¿Y la cena?
-- Es testimonial,
alguna sencilla golosina.
Y divago y me desoriento
mientras releo el Quijote,
quedando insomne y somnoliento
con estos "versos al trote".
(Reparo en la liviandad
de estas líneas asaz triviales:
nada que ver, en realidad,
con el teorema de Tales.)
Me propongo no ser prolijo
y no alargaré los acertijos,
las señales del cambio en mi vida
detrás de cada partida,
en tanto retornan tu regreso,
nuestras risas y nuestros besos.
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