Ametralladora ansiosa que casi no deja contestar a los entrevistados que no le son afines, la Pastor le preguntaba la otra noche al Casado qué receta tiene para los díscolos de la Cataluña, que su cálculo cifraba en 2 millones. Y pasa que la única receta es la que hay para todos, para los 40 y varios millones restantes del mapa: nada de privilegios ni discriminaciones ventajistas ni más zarandajas.
Y habrá que enseñar esto a los matones cuya grosería e insolencia siempre y sólo se atreven contra la debilidad (o lo que podría parecerlo) del Gobierno de turno; a los separatistas -- tramposos envenenadores de la semántica -- que construyen sin cansancio el edificio de sus estrafalarias patrañas sobre un embuste fundamental: la mentira escandalosa de que puede un vecino imponer su capricho a una comunidad, sosteniendo (vaya por Dios) que incluso le asiste el derecho para pretender la realización de tal despropósito.
Con ese mantra, falso por los cuatro puntos cardinales, embisten como un toro de lidia de los mal encastados, de los resabiados, lo que con ese comportamiento andan desmereciendo su, por otra parte, inevitable condición española.
Buenos esquizofrénicos están hechos.
Por cierto, para poner en evidencia un caso ejemplar de desajuste con la realidad, se decía "compra un argentino en lo que vale y véndelo en lo que él cree que vale". ¿Será que "to" lo malo se pega?
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