El espeluznante asesinato del niño Gabriel nos deja sin aliento.
Pero el espectáculo truculento que la televisión ha montado con el infame suceso, exprimiendo al máximo la noticia, desarrollándola con innecesario exceso de detalles y con insistencia de hartazgo, comunicando al público pormenores morbosos que quizá deberían estar disponibles sólo para jueces, policías e investigadores, es verdaderamente impresentable.
La información no tiene por qué desparramarse gratuitamente, escudada en pretextos cuyos últimos resortes están asquerosamente conectados con la captura competitiva y sin escrúpulos de "las audiencias", sostén indispensable para que siga entrando el dinero de la publicidad, de los anuncios que pagan toda la feria.
Una consecuencia visible de ese encarnizado encizañamiento tampoco tiene disculpa: la gente rabiosa que vocifera sus gritos y evidencia con gestos de linchamiento sus ansias bárbaras de venganza.
Todo ese jaleo que degrada y menoscaba la intrínseca gravedad del hecho y la sobriedad y el respeto que debería merecer.
Diga Usted que sí, Don Rodrigo, diga Usted que sí. Pionono así lo asevera.
ResponderEliminarY luego está lo de la utilización partidista...