Hoy tuvo lugar el enfrentamiento heroico con ese artilugio inexpugnable, incorruptible, incomprensible que es la CLEMA.
Pieza de delicado tránsito, invento diabólico y sofisticado, gestor de situaciones complejas en las que toda metafísica se desvanece y toda teología pierde su encaje, esta especie de puente no siempre necesario ha sido la herramienta torturadora para el desorientado tándem instalador, compartida nebulosa de pruebas y errores, sima peligrosísima de intrincados manuales y abstrusas descripciones que nos condujeron a las más insidiosas dudas, a los más afilados desfallecimientos y a zozobras sin límite hasta comprobar con estupor nunca visto que el fallo inédito residía en un interruptor, tras 27 años de funcionamiento sin tacha y que, mire Ud. por dónde, hoy estrenó su desidia, su primera huelga general, su impresentable rendición.
No hubo cáculo previsor, sibilina desconfianza, espesa y correspondiente cautela que nos alertaran a tiempo del fenómeno, y en fin, la dilatada sesión de bricolaje se resolvió con una victoria final, quizá algo pírrica, y desde luego agotadora, pero de la cual nuestro carácter ha salido reforzado y ya se plantea futuros y conspicuos retos, valiosas iniciativas y horizontes tan azules como lejanos, pero seguramente a nuestro alcance.
Si Don Pelayo o Viriato podían con lo suyo...
¿habrá empresa que nos amilane, curva del camino que venza nuestro equilibrio, espejo iluminado que se nos resista de ahora en adelante?
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