Cuánto siento, Revilla,
las arduas pruebas que el destino aciago
interpone en tu módico camino
que de suyo es cabal y moderado
y por demás ajeno al desatino:
¡Tener que soportar la cascarilla
y el infumable y mísero empalago
de ese efímero "STAR" de pacotilla
que fin pone a sus trinos
con arbitrario ukase repentino
y a dos velas a los espectadores
los deja recocidos en calores,
largándose con toda su cuadrilla!
Y, ¿qué decir de esotra quemadura
que los profetas del separatismo
te infieren practicando ese aforismo
tan proverbial en su parasitismo
de permanente y fresca caradura?:
"el que no llora", dicen, cimarrones,
"no mama", y se quedan tan mamones.
No sorprende, Revilla,
que en este mundo chungo de impostores
estés, de rollos y de desertores,
hasta la coronilla.
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