Interpretó de manera errónea la posición de las manecillas del despertador. Se sacudió el aturdimiento de la noche calurosa y se dispuso a afrontar la desgana del paseo en ayunas, antes de que la inocultable ausencia de fe lo disuadiera. Y al salir comprobó en el reloj de la cocina la realidad. "Sostenella y no enmendalla", acudió puntualmente a su cerebro (a la fronda de las neuronas sobrevivientes), divisa algo heroica, casi propia de los defensores de El Álamo, que eran esos tíos que querían a Texas independiente de México para que luego fuese dependiente de USA. (Las X son de diseño, quizá inducido por la falta de sueño, que uno suele estar más en las J, no necesariamente aragonesas.)
-- Eso no es divagar, es casi un exabrupto.
-- Ya lo creo; pero prosigo.
Así que sólo eran las seis de la mañana. Poco a poco se fue despejando, ayudado por la calma de la madrugada. Al final, en el último tramo del propósito, se apagaron los faroles del alumbrado municipal y ya empezaban a salir los mirlos, que ahora andan un poco silenciosos hasta que los veraneantes se vayan "con tanta salud como descanso dejen".
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