Me ha arrebatado un vendaval
y el argumento, si os cuento,
no me parece nada mal;
y aunque tampoco venga exento
de ajustes y de trastornos,
tiene un encanto de retorno
en la temporada estival.
El proverbio que los toreros
consideran en el callejón
(el de "que Dios reparta suerte")
para la próxima sesión
convendrá como compañero;
porque traen síncopas fuertes
también los más dulces boleros.
Y que hay frases del cancionero
que parecen hechas a medida
como un rótulo o un letrero:
"Sorpresas te da la vida".
Mi profundo reloj de esta sala
continúa su ritmo impertérrito
marcando un tiempo que se instala
con el poder de todo un séquito
de esos lanceros de Bengala,
bizarros, de días pretéritos.
Así, entre la luna y los luceros,
en el desvelo de la madrugada,
duerme su sueño la amada
y haciendo versos espero.
(A la mañana vendrá el jardinero.)
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