Que agresividad, en la dosis de cada uno, ocasionalmente todos podemos sentir, es una cosa; pero muy otra es la existencia de los agresivos "profesionales", los provocadores, los matones, que aprovechan la normal tendencia paciente y tranquila del personal para intentar imponer su indecente programa de abusos.
El conflicto es que la tensión de la cuerda tiene unos límites y hasta las personas más flexibles y de cristiana mansedumbre acaban plantando cara y respondiendo (más por necesidad que por afición, que no la tienen) a los enfrentamientos caprichosos y gratuitos.
Cuando llegue el momento de quizá aplastar a los provocadores, se supone que no habrá quejas ni lugar para las medias tintas porque habrá llovido ya sobre mojado: y más que de sobra.
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