(Evoco hoy, de tanto tiempo atrás, un presagio que se
resolvería con más surrealismo que otra cosa. Ahora lo matiza la niebla
confundidora del recuerdo.)
Chiclana
de la Frontera, 21-IV-2004
Por aquí abajo, lejos de tu guerra,
como un presentimiento palpitante,
Carlos Núñez y su “Almas
de Fisterra”
me dan sus aires celtas, anhelantes.
Escribo ahora y faltan varios días
para iniciar esta visita extraña;
quizá adivinará tu lejanía
por qué decido atravesar España,
pensando si soñé lo que he soñado
estas noches pasadas:
que el hilo mágico de un son sagrado
de tus labios llegaba
con un viento suave
y algo de lluvia fina,
de caracolas y de aguamarinas.
¿Qué profecía hermosa
formulé sin saberlo, hace diez años,
en un texto de Verde
Veronés,
sobre tus pechos, nieve blanca y rosa,
fino puñal extraño,
que viene a herirme ahora, tan después?
¿Qué significa esta señal de plata?
¿Renovarás tus dulces seducciones,
tus no veladas insinuaciones
con las que, en plan de gata,
la vez tercera que frente a mí estabas,
mimosa, me halagabas?
¿O habrá de recibir mi amargo sino
nuevos desdenes, nuevos desengaños
que ahogar en ancho caño
de albariño ambarino, de “bon vino”?
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