Lo mejor del encuentro, los ujieres,
su uniforme de gala, deslumbrante;
el edificio, de categoría,
sito en barrio castizo e importante.
En medio, cuanta inane sosería,
cuanta jactancia de pavos reales
exhiben engreídos de importancia
(y atentos casi siempre a la ganancia,
causa notoria de bastantes males)
los líderes de las "autonomías".
Blandiendo su rampante rebeldía,
en el grosero extremo, Puigdemont,
infulillas de Carlomagno. Enano
que no se considera del montón,
y que hace trampas de tahúr gitano.
Y Urkullu con su cupo
de "históricos derechos" aldeanos,
como quien nunca supo
lo mucho que ese cupo es draconiano.
Mientras los ciudadanos, fastidiados,
contemplan el guiñol en el Senado,
¿no hay quien meta en cintura
a tanto fresco y tanto caradura?
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