Subir los impuestos.
Y luego conceder más margen de despilfarro a los gobiernos regionales para cebar su insaciable voracidad (porque ellos son la base indispensable para el despelote vigente).
Gravar a las empresas con cotizaciones más altas a la obligatoria Seguridad Social (aunque está clara su inminente quiebra), como consecuencia de una subida de salarios más que necesaria, pero que de modo infalible se repercutirá, y con clásicos y desvergonzados "redondeos", en los precios a los consumidores (que somos todos).
Mantener e incluso fomentar la mayor parte del gasto de las distintas administraciones, repletas de funcionarios sobrantes, porque ahí va el conchabeo superlativo de los parásitos.
Todo eso con el calendario a rebosar de festejos nacionales y locales, puentes y macropuentes, y absentismo laboral puro y duro: o sea, un prodigio de rendimiento y productividad.
Nos hemos vuelto locos. Los celadores del manicomio, y los pacientes -- nunca mejor dicho -- que seguimos cayendo en su trampa.
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