Con un tonito de superioridad melosa y condescendiente, le escribes a tu "compañero del alma, compañero" la jerárquica advertencia o admonición que busca solaparse entre elogios proferidos con la boca grande o chica, según se mire, y que no ha tardado en provocar con motivo la hilaridad de los que no se dejarán convencer por vuestras compartidas perfidias de áspid, por las envolventes redes de araña injertada en gladiador, con las que no es improbable que acabéis a farolazos, víctimas (también vosotros, no faltaría más) de las tentaciones del poder, omnímodo o fingidamente moderado que sea.
El paternalismo presuntuoso y pseudodidáctico que emana de esas líneas cercanas al ridículo de unos juegos florales a lo Victoria's Secret, tiene un aire fantástico y sentimentaloide que nadie diría propio del beligerante espíritu revolucionario que a ambos os distingue. Que a ambos os aqueja.
Con interminable fruición, hay que reseñar y celebrar este nuevo y singular "numerito" que sin duda os va a hacer merecedores, cuándo no, de la bobería y del "candelabro" en nuestras miríficas televisiones.
Enhorabuena, fantasmas.
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